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El Adiós

Y era llegado el ocaso. Y Almitra, la sibila, dijo: Benditos sean este día, este lugar y tu espíritu que ha hablado!
Y él respondió:
¿Fui yo quien habló? ¿Es que no fui un oyente también?.
* * *
Después descendió los peldaños del templo y todo el pueblo le siguió. Y llegó a su barco y se detuvo sobre la cubierta. Y mirando de nuevo al pueblo, alzó la voz y dijo:
Pueblo de Orfalis, el viento me ordena abandonaros. Menos ligero soy que el viento, mas sin embargo, debo partir. Nosotros los errantes, en busca siempre del camino más solitario, no empezamos un día donde hemos terminado el anterior; y ningún amanecer nos encuentra allí donde nos dejó el ocaso. Viajamos también en tanto la tierra duerme. Somos las semillas de la planta firme en su propósito, y es en nuestra madurez y en la plenitud de nuestro corazón cuando nos vemos lanzados al aire y esparcidos.
* * *
Breves fueron mis días entre vosotros, y más breves aún las palabras que he pronunciado. Pero mi voz desaparecerá en vuestros oídos, y mi amor se desvanecerá en vuestra memoria; entonces volveré nuevamente. Y os hablaré con un corazón más generoso y unos labios más condescendientes al espíritu. Sí, volver‚ con la marea. Y aunque la muerte pueda esconderme, y el mayor silencio envolverme, aún buscaré de nuevo vuestra comprensión. Y mi búsqueda no será vana. Si algo de cuanto he dicho es verdad, esa verdad se revelará por sí misma con una voz más clara y con palabras más propias a vuestros pensamientos.
Pueblo de Orfalis, me voy con el viento mas no desciendo hasta el vacío. Y si este día no es de plena satisfacción de vuestras necesidades y de mi amor, entonces permitidle que sea una promesa para otro día.
Las necesidades del hombre cambian, mas no así su amor, ni su deseo de que este amor pueda satisfacerlas. Sabed entonces, que retornaré del mayor de los silencios. La niebla que se disipa al amanecer, dejando solamente rocío en los campos, se levantará para formar una nube y caerá después convertida en fina lluvia. Y yo no he dejado de parecerme a la niebla. En la quietud de la noche he andado por vuestras calles, y mi espíritu ha penetrado en vuestras moradas. Y los latidos de vuestro corazón estuvieron en el mío, y en mi rostro sentí vuestro aliento, y os conocí a todos.
¡Ay! Supe de vuestras alegrías y de vuestros dolores, y vuestros sueños fueron mis sueños. Y con frecuencia estuve entre vosotros como una laguna entre los montes. Reflejé las cumbres en vosotros y las laderas serpenteantes, y hasta los rebaños pasajeros de vuestros pensamientos y vuestros anhelos. Y hasta mi silencio llegaron las risas de vuestros hijos, igual que arroyos, y los anhelos de vuestros jóvenes, como ríos. Y cuando arribaron hasta lo más profundo de mí, los arroyos y los ríos no dejaron de cantar.
* * *
Pero llegó a mí algo más dulce aún que las risas y más grande todavía que los anhelos. Fue lo que de infinito existe en vosotros: El hombre vasto en quien todos vosotros no sois más que células y nervios; aquel en cuyo canto todas las canciones no son sino vibraciones carentes de sonido. Es dentro del hombre grandioso donde vosotros lo sois también. Y contemplándole a él fue como os contemplo y os amé.
Pues ¿qué distancias puede alcanzar el amor que no se hallen en esa esfera inmensa? ¿Qué visiones, qué esperanzas y qué presunciones pueden superar a la sublimidad de ese vuelo? Igual a un roble gigantesco cubierto con flores de manzano es el hombre grandioso que existe en vosotros. Su poder os liga a la tierra, su aroma os eleva al espacio, y en su infinito sois inmortales.
* * *
Se os ha dicho que aunque semejantes o una cadena, sois tan débiles como el más frágil de sus eslabones. Esta es solamente una verdad a medias. Asi mismo sois tan fuertes como el más fuerte de los eslabones. Mediros por el más pequeño de vuestros actos, es como comparar la fuerza del mar con la fragilidad de su espuma. Juzgaros por vuestros fracasos, es como lanzar la culpa a las estaciones por su inconstancia.
* * *
¡Ay! Sois como un mar.
Y aunque los barcos varados esperan la marea en vuestras costas, no obstante, así como un mar, no podéis acelerar vuestras mareas.
También sois como las estaciones. Y aunque en vuestro invierno neguéis vuestra primavera, está reposando dentro de vosotros, sonríe en su adormecimiento y no está ofendida.
Pensad que no os digo estas cosas con objeto de que podáis deciros unos a otros: "Nos ha alabado con exceso. Soló vio lo bueno que existe en nosotros.''
Solamente os hablo con palabras que conocéis en pensamiento por vosotros mismos. ¿Y qué es el conocimiento de la palabra, sino la sombra del conocimiento sin palabras?
Vuestros pensamientos y mis palabras son oleadas de una memoria sellada que guarda recuerdos de nuestros ayeres. Y de aquellos días antiguos en que la tierra no tenía conocimiento de nosotros ni se conocía a sí misma. Y de noches en que la tierra se haIlaba aún sacudida por el caos. Hombres sabios se han acercado a vosotros para ofrendaros su sabiduría.
Yo vine a tomar de vuestra sabiduría: Y he aquí que he hallado algo que es más grande que la sabiduría. Es la llama del espíritu vuestro que siempre toma más de sí mismo. En tanto que vosotros, despreocupados de su expansión, deploráis la consunción de vuestros días. Es la vida que busca vida en cuerpos con temor al sepulcro.
* * *
Aquí no existen sepulcros. Estas montañas y llanuras son una cuna y un puente. Cuando paséis por el campo donde disteis sepultura a vuestros ancestros mirad bien por aquellos lugares, y os veréis a vosotros mismos y a vuestros hijos bailando asidos de las manos. Lo cierto es que a menudo creáis alegría sin saberlo.
***
Hubo quienes llegaron hasta vosotros y a los cuales, por doradas promesas hechas a vuestra fe, les habéis otorgado riquezas, poder y gloria.
Menos que una promesa os he dado yo y, no obstante, habéis sido más generosos conmigo. Me habéis dado mi anhelo más profundo después de la vida. Os aseguro que no existe regalo mayor para un hombre que el que cambia todos sus propósitos en unos labios quemantes, y la vida entera en una fuente.
Y en esto estriban mi honor y mi recompensa.
De forma que siempre que vengo a beber a la fuente, hallo sedienta a la propia agua viviente. Y ella bebe de mí mientras yo bebo de ella.
* * *
Algunos de entre nosotros me habéis fuzgado altivo y huraño para recibir dádivas. Desde luego soy demasiado altivo para recibir jornales, mas no dádivas. Y aunque haya comido bayas silvestres entre las montañas, cuando habríais deseado tenerme sentado a vuestra mesa. Y dormido en el pórtico del templo, cuando gustosos me hubierais dado albergue. Sin embargo, ¿no fue vuestro cariñoso cuidado de mis días y mis noches lo que hizo dulce a mi boca el alimento y rodeó mi sueño de visiones?
* * *
Por esto os bendigo más:
Es mucho lo que dais sin siquiera saber que disteis. Realmente, la benevolencia que se mira así misma en un espejo, se hace de piedra. Y una buena acción que se llama a si misma con nombres tiernos, termina siendo la causa de una maldición.
* * *
Y algunos de entre vosotros me habéis llamado altanero y embriagado de mi propia soledad. Y habéis dicho: "Celebra consejo con los árboles del bosque, mas no con los hombres. Se sienta sólo en la cima de los montes y mira hacia abajo a nuestra ciudad". Verdad es que he escalado las cimas y andado por lugares remotos. ¿Cómo puedo haberos contemplado, a no ser desde una gran altura o desde una larga distancia? ¿Cómo puede uno hallarse cerca a menos de que se encuentre lejos?
* * *
Y hubo otros que me llamasteis y, aunque no con palabras, me dijisteis: "Extranjero, extranjero, enamorado de las cimas inaccesibles, ¿por qué moras en las cumbres donde las águilas hacen sus nidos? ¿Por qué buscas lo inasequible? ¿Qué tempestades pretendes atrapar en tu red? Y qué aves vaporosas cazas en el cielo? Ven y sé uno de nosotros. Desciende y aplaca tu hambre con nuestro pan, y calma tu sed con nuestro vino".
Estas cosas las dijeron en la soledad de su corazón. Mas su soledad era más profunda de cuanto creéan, por lo que solamente busqué el secreto de vuestra alegría y de vuestro dolor. Y sólo pude cazar vuestra mejor personalidad, la que va camino al cielo. Pero también el cazador resultó cazado. Pues muchas de mis flechas salieron de mi arco, solamente para ir en busca de mi propio pecho. Y el que volaba tuvo que reptar. Porque cuando mis alas fueron desplegadas al sol, su sombra sobre la tierra era una tortuga. Y yo el creyente, fui también el descreído. Porque a menudo he colocado el dedo en mi propia llaga para poder tener una fe mayor en vosotros y en el máximo conocimiento vuestro.
* * *
Y con esta fe y con este conocimiento os digo:
No estáis prisioneros dentro de vuestro cuerpo, ni confinados en viviendas o campos. Pues lo que es vuestro, tiene su morada por encima del monte y vaga con el aire. No es algo que se arrastra al sol en busca de calor, o cava agujeros en la oscuridad en busca de un sitio seguro. Sino algo libre, un espíritu que envuelve la tierra y se mueve en el éter.
* * *
Si éstas son palabras vagas, no tratéis de aclararlas. Vago y nebuloso es el principio de todas las cosas, mas no su fin. Y me agradaría ser recordado por vosotros como un principio de la vida, y todo lo que vive, es concebido en la niebla y no en el cristal. ¿Y quién sabe si el cristal no es niebla que mengua?
* * *
Desearía que esto lo recordarais al acordaros de mi: "Que aquello que asemeja más débil y confuso en vosotros, es lo más fuerte y más definido".
¿No ha sido vuestro aliento el que ha erigido y endurecido la estructura de vuestra osamenta? Y no es un sueño que ninguno de vosotros recuerda haber soñado edificar vuestra ciudad y formar todo lo que existe en ella? Si os fuera dado ver las oleadas de ese aliento, dejaríais de ver todo lo demás. Y si os fuera dado oír el murmullo del sueño, no podríais oír ningún otro sonido.
* * *
Pero vosotros no veis, ni oís, y eso está bien. El velo que nubla vuestros ojos será rasgado por las manos que lo tejieron. Y la arcilla que tapa vuestros oídos será agujereada por aquellos dedos que la amasaron. Y veréis. Y oiréis. Entonces no deploraréis haber sabido lo que es ceguera, ni lamentaréis haber estado sordos. Pues en ese día conoceréis los propósitos ocultos que existen en todas las cosas. Y bendeciréis la oscuridad al igual que bendeciréis la luz.
***
Cuando hubo dicho todas estas cosas, miró a su alrededor, y vio al piloto de su nave de de pie junto al timón, mirando ora las velas desplegadas y ora el horizonte.
Y dijo: "Paciente, más que paciente es el capitán de mi nave. El viento sopla, y las velas se encuentran inquietas y el tirnonel pide el rumbo. Sin embargo, tranquilo, mi capitán aguarda mi silencio. Y estos marinos míos, que han oído el coro del mayor de los mares, también me han oído pacientes. Ahora no esperarán más. Estoy listo. El arroyo ha llegado al mar, y una vez más la gran madre mantiene al hijo junto a su seno".
* * *
¡Adiós, pueblo de Orfalis! Este día ha concluido. Está cerrándose sobre nosotros lo mismo que el nenúfar sobre su propio mañana. Lo que hoy nos fue otorgado, lo conservaremos. Y si no fuera bastante, entonces habremos de venir juntos otra vez, y extender unidos las manos hacia el Dador. No olvidéis que regresaré a vosotros. Un solo instante, y mis afanes reunirán polvo y espuma para otro cuerpo. Un solo instante, un momento de reposo sobre el aire, y otra mujer me concebirá.
* * *
¿Adiós a vosotros y a la juventud que pasé con vosotros! Sólo fue ayer cuando nos hallamos en un sueño. Habéis cantado para mí en la soledad, y yo, con vuestros anhelos, he eregido una torre en el cielo. Mas ahora nuestro deseo de dormir ha volado, nuestro ensueño ha finalizado, y el amanecer no está lejos. El momento de la culminación se encuentra sobre nosotros y nuestro semidespertar contempla un día más, y debemos partir.
Si en el crepúsculo del recuerdo nos encontramos una vez más, unidos hablarermos de nuevo, y vosotros me cantaréis una canción más profunda. Y si nuestras manos volvieran a encontrarse en otro sueño, erigiremos otra torre en el cielo.
* * *
Y así diciendo, hizo una seña a los marinos, e inmediatamente izaron anclas, dejando al barco libre de sus amarras, e iniciaron la marcha hacia Oriente.
Y un clamor salió de todo el pueblo como si se tratase de un solo corazón, y fue elevándose hacia la oscuridad y fue llevado sobre el mar como un gran trompetazo.
Sólo Almitra guardó silencio, contemplando el barco hasta que desapareció entre la niebla.
Y cuando el pueblo entero se dispersó, aún siguió sola sobre el muelle, recordando esta frase en su corazón: "Un solo instante, un momento de reposo sobre el aire, y otra mujer me concebirá".


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